Con la llegada del frío, muchas zonas de nuestra piel, sobre todo las expuestas al exterior, se deshidratan. Uno de los síntomas más comunes es el lagrimeo de nuestros ojos, que ante las bajas temperaturas y el viento responde de esa manera ante los estímulos que recibe.
La superficie del ojo es una zona bastante sensible y la córnea, lente superficial del ojo, tiene una cantidad de fibras nerviosas que tienen la capacidad de detectar los cambios de temperatura, tanto frío como calor.
Los ojos necesitan estar constantemente lubricados, por eso con el frío y el viento seco se produce un lagrimeo excesivo para prevenir la deshidratación.
Algunas de nuestras recomendaciones para evitar el lagrimeo de los ojos con el frío son:
– Utilizar lágrimas artificiales, preferiblemente con ácido hialurónico y no conservantes
– Usar gafas solares con protección para rayos V
– Aumentar el parpadeo
– Alimentación saludable: beber mucha agua y aumentar el consumo de alimentos ricos en Omega3
No obstante, el ojo lloroso también puede deberse a golpes, roces, deslumbramientos o a la intromisión de un objeto extraño en el ojo. Si el lagrimeo es continuo y prolongado en el tiempo este se deberá seguramente a alguna patología ocular como:
– Ojo lloroso asociado a ojo seco: la sequedad ocular irrita la superficie del ojo, se produce una sobreestimulación de la glándula lagrimal para producir lágrimas que alivien dicha irritación.
– Alergias
– Obstrucción o alteración del drenaje de la vía lagrimal
– Inflamación
– Blefaritis
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